Un cuento ‘REAL’
Miguel Hernández Valverde./ A veces los personajes protagonistas de un cuento, deciden abandonar su papel y presentarse sin anunciarse en nuestras vidas, y es en ese momento cuando la magia se hace realidad.
Érase una vez que dos Reyes Cristianos y dos Sultanes moros escucharon por palacio que una de sus súbditas, en concreto una dama templaria, se encontraba muy enferma. Entonces al Rey Cristiano mandó llamar tanto a la reina como al sultanes moros, para proponerles ir a ver a la dama enferma.
- Pero no podemos salir de nuestros reinos majestad, dijo la Reina
- Más aún, tenemos que llevar mucho cuidado con estas cosas, lo mismo hay gente que se podría molestar, creo que a pesar de que es una buena idea, hay que pensarlo tranquilamente, dijo el Sultán Moro.
- Nada de eso, exclamó el Rey, la gente de nuestro reino no sólo lo entenderá, sino que se sentirán muy orgullosos de nosotros. En cuanto a lo que dice la reina, habrá que buscar una buena excusa para abandonar nuestras tierras y visitar la ciudad donde está la dama templaria. Y se me ha ocurrido una idea, ya que cerca de donde está, quieren ver como somos para sacarnos en una especie de pantalla a la que llaman televisión, podríamos aprovechar para acercarnos y traérnosla a nuestro reino.
- Me parece genial majestad, respondió la Sultana mora, mandaré prepararlo todo para salir cuanto antes.
Dos días tardaron los reyes cristianos y sultanes moros en aparecer tras la puerta de la triste dama templaria, era la primera vez que se perdía el maravilloso cuento que cada primero de mayo se vivía en su ciudad, y entre su enfermedad y no poder estar en su ciudad, la tristeza la inundaba. Así que cuando se asomó a la ventana y vio a los Reyes y Sultanes llamando a su casa no lo podía creer, llegó incluso a pensar que era un sueño, del cual no quería despertar.
Pero no lo era, y uno a uno fueron entrando en los aposentos de la dama, primero el rey con su reina, y tras ellos el sultán y su sultana. Le dijeron que venían a por ella, y que los médicos de su reino la curarían de su enfermedad, pero ella les hizo saber que la medicina que ella necesitaba no estaba allí, sino tenía que permanecer en su casa, y que de momento no podía participar en las fiestas y los desfiles de su reino.
El rey le hizo prometer a su ama templaria que en cuanto curara volvería de nuevo a desfilar para él y su pueblo, a lo que ella accedió sin dudar un segundo. Para compensar su fuerza y valentía, tanto los reyes cristianos como los sultanes moros hicieron para ella y su esposo la representación de uno de los actos más importantes de su reino: ‘El Parlamento’.
Tras ese acto, los reyes y sultanes volvieron rápidamente a su reino, y ella quedó para siempre enormemente agradecida.
Días después, cuando los reyes y sultanes desfilaban por el centro de su reino junto a sus grupos cristiano y moros respectivamente, y la gente los observaba desde sus ventanas, balcones y tribunas, ocurrió algo extraordinario.
Fue cuando el grupo de las damas templarias, en medio del desfile dirigieron su mirada hacia uno de los balcones, y todas y cada una de ellas empezaron a aplaudir, y allí estaba ella, la dama templaria que los reyes y sultanes fueron a ver. Y mientras las lágrimas recorrían sus delicadas mejillas, y la piel sentía su sangre correr más que nunca, ella supo que había ganado la batalla, y que la vida volvía a abrirle sus brazos de par en par y de norte a sur, se agarró a su amada Cruz de Caravaca y se juró volver al año siguiente al cuento que cada primero de mayo se vive en su reino.
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