Tras una intensa semana de celebraciones, la ciudad Santa del Noroeste Murciano puso el punto y final a unos días donde la población ha dejado de lado los problemas cotidianos para vivir de manera intensa y pasional su semana grande. Unas fiestas que no han sido inmunes a la crítica situación económica por la que atraviesa el país. Desafiando a la lluvía una multitud de Caravaqueños acompañaron al Lignum Crucis en su camino de vuelta a casa, la calle mayor volvía a convertirse en una alfombra matizada de pélalos de rosa, que llovían desde los balcones al paso de la majestuosa custodia procesional que portaba el Lignum Crucis.
El Tío de la Pita , esperaba a la patrona en la última cuesta que da acceso a la Basílica , para rendirle el último adiós por este año. Las últimas notas del dulzainero de todos los Caravaqueños, hasta que regrese en el coche de línea el próxima 25 de abril, festividad de San Marcos, para hacer las delicias de grandes y pequeños.
A su llegada a la basílica se cumplió el último rito de los once que se realizan, durante la estancia de la patrona en la ciudad, la bendición de los campos desde las almenas de la fortaleza, por último la Cruz entraba bajo palio con los acordes del himno nacional, debido a su condición excepcional de culto de latría, reservado únicamente en la iglesia católica al santísimo.
A las doce de la noche se producía el último castillo de fuegos artificiales y el tradicional Trueno Gordo, que ponía punto y final a una semana de verdadero fervor, con el sonido del último cohete, los nostálgicos e idealistas volvieron a exclamar, ¡ya solo faltan 360 días!.
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