Enrique Soler./ El característico tintinear de la campana por las calles de Caravaca, anunciaba que la Cruz visitaba a sus hijos más queridos, enfermos e impedidos aguardan para poder tener el Leño de Cristo entre sus labios, muchos recitan oraciones, otros plegarias y algunos conscientes de que puede ser la última vez que adoren el Lignum Crucis, solo miran al cielo y exclaman a Dios. En su recorrido un alto en el camino para visitar a las Madres de Clausura Caravaqueñas. Durante más de 4 siglos la Congregación de las Clarisas rezan por las plegarias de los Caravaqueños, y desde principios del siglo pasado en la mañana del cuatro de reciben a la Sagrada Reliquia en su casa convento, con una lluvia de pétalos de rosa, acompañados por cientos de fieles.
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