ENRIQUE SOLER Caravaca volvió a revivir las trágicas horas de la madrugada del 13 al 14 de febrero de 1934, cuando la Sagrada Reliquia fue robada del Santuario, a través de un congreso organizado por la Asociación Cultural Sacra Terra. La conferencia sirvió para recordar la situación social, política e histórica de la ciudad en los años 30.
Son muchas las hipótesis que se siguen barajando, aunque tres de ellas surgen con más fuerza. La primera es que se tratase de un robo organizado para vender el botín, valorado, según los diarios de la época que se hicieron eco de la noticia, en unos cuatro millones de pesetas. La segunda hipótesis es que fuera un hurto vinculado a la masonería. En cualquiera de los dos casos anteriores difícilmente se podría volver a recuperar el Lignum Crucis, pero existe una tercera hipótesis a la que se aferran varios investigadores: que la reliquia fuera escondida para preservarla, aunque después no hubiera momento para devolverla tras la Guerra Civil , los duros años de posguerra y la dictadura.
«Es el momento de mirar hacia delante, la revancha está olvidada», señaló el que fuera hermano mayor de la Cofradía de la Vera Cruz , Pedro Guerrero. Y es que han sido muchos los que han dedicado esfuerzos en su camino para encontrar aquel relicario perdido. «Nunca es tarde para que vuelva a su sitio. El delito está prescrito y no hay rencores», recordó Guerrero, al que acompañaban el capellán de la Basílica , Pedro Ballester Lorca; el historiador Gregorio Sánchez Romero, y Gregorio Sánchez Piñero y Alfonso Pozo, expertos en el robo de la Cruz.
Una copia sin autentificar
Durante la invasión francesa se encargó una copia idéntica del Lignum Crucis para cambiarlo por el original cuando la ciudad se encontraba en peligro, un cambio que se hacía con cierta frecuencia. Aún hoy existe la incógnita de si aquel fatal día de 1934, la reliquia que se llevaron era la copia o la original, ya que nunca hubo constancia de aquellos cambios en ningún registro ni libro de anotaciones.
Esa copia permaneció a lo largo de los años en la capilla de las Madres Carmelitas hasta que abandonaron la ciudad en 2003. Posteriormente, la congregación se la regaló a los Padres Carmelitas de Caravaca, quienes son hoy los custodios de aquella copia
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